Estuvimos de pesca por la costa de la selva más impenetrable de Latinoamérica
Paradojas de Panamá, el país que une al mundo marítimamente a través de su canal, también es el país que divide las Américas con la selva Tropical del Choco Darién.
O al menos esa sería la postura de un desarrollista.
La carretera Panamericana, con sus casi 26.000 kms., encuentra un trayecto incompleto de tan solo 87 kms. de selva montañosa, que no permite unir en un viaje por tierra, la Bahía de Prudhoe en Alaska, Estados Unidos, con el extremo sur de la Argentina continental en Ushuaia. Conocido como el tapón del Darién, esta región compartida por Panamá y Colombia, representa también un puente natural para que la vida encuentre allí su camino. Una reserva de un inestimable valor para la naturaleza, que se constituye en el tercer sumidero de carbono del hemisferio americano.
Sin querer meternos en una discusión eterna que divide a buena parte de Panameños y Colombianos, nuestra experiencia allí fue más humana que natural.
Más de 6 horas, por tierra y por mar nos tomó llegar a una pequeña comunidad de pescadores llamada Punta Alegre. Uno de los pocos asentamientos poblacionales en un área de casi 12.000 kms2.
¿Por qué se llama Punta Alegre? Una posible respuesta la encontramos en la fotografía que acompaña esta breve reseña. El fiel reflejo de un grupo de niños que hallamos en la isla y que nos recibieron con toda su alegría. En un pueblito de pescadores, pescamos unas cuantas sonrisas.